Tradición y modernidad combinan a la perfección en esta construcción pasiva
Decíamos hace poco, hablando de este proyecto en el barrio de Montecanal de Zaragoza, que en la provincia aragonesa las edificaciones construidas bajo criterios de sostenibilidad habían crecido hasta conformar el 30% del total. Hoy volvemos a Zaragoza para conocer la que fue primera vivienda unifamiliar del territorio en conseguir el certificado Passivhaus, el estándar de construcción más exigente del mercado en materia de eficiencia energética y confort, del que también hemos hablado largo y tendido en Re_Magazine.
De un vistazo
Localización
San Mateo de Gállego, Zaragoza
Superficie
100 m2 útiles, 135 m2 construidos
Tecnología
Aerotermia + Energía solar fotovoltaica
Sistemas y servicios
Bomba de calor Genia Air 5 + Interacumulador FEW 200
Han participado en este proyecto
Instalador
Constructora
Arquitectura
Tecnología
A apenas 30 kilómetros al norte de Zaragoza Capital, en el pequeño pueblo de San Mateo de Gállego, hay una vivienda unifamiliar digna de protagonizar la portada de una revista de arquitectura. El edificio ha sido construido por la empresa Metro 7 siguiendo el proyecto de las arquitectas Esther Anzano Laborda y Nuria Alastrué Azón. Su trabajo no se ha limitado a la vivienda en sí; en este caso se trataba de un proyecto integral que incluía acondicionar la parcela y su acceso desde la calle, que consiste en un pasillo estrecho y alargado. Este acceso, un espacio en principio poco prometedor, se ha reconvertido en una galería espectacular que no hace sino anticipar esa pequeña joya que nos encontraremos al final del camino, que es la vivienda en sí.
Esta tiene una superficie de 100 m2 útiles (135 m2 construidos), que se reparten entre tres dormitorios, un baño y un gran salón-comedor-cocina de concepto abierto. Todo ello en una sola altura. En la construcción del edificio se han combinado técnicas tradicionales con materiales de última generación. El aspecto tradicional es algo que se intuye en la apariencia exterior. Las fachadas lisas y perfectamente blancas recuerdan a una casa encalada en la que se ven también piedra y madera. La cubierta es plana, sin aleros ni aguas. No hay extravagancias; ni partes curvadas de manera imposible ni superficies acristaladas sin fin, y, sin embargo, es evidente que se trata de una vivienda moderna. Es posible que ahí, en su sobriedad, en su equilibrio entre tradición y modernidad esté su encanto. El caso es que es una casa realmente bonita.
Pero además de eso es una vivienda pasiva y eso quiere decir que bajo ese aspecto contenido se encuentra un edificio en el que todos los detalles del diseño, así como la elección de los materiales se han cuidado hasta el mínimo detalle para conseguir un espacio cuyo impacto sobre el entorno sea prácticamente nulo. El aislamiento exterior e interior, así como la carpintería, conforman un sistema completamente hermético, sin rastro de puentes térmicos que dejen escapar el calor. Pero a pesar de su hermeticidad, la calidad del aire interior es perfecta, pues como no podía ser de otra manera en una casa Passivhaus, la vivienda cuenta con un circuito de ventilación mecánica controlada con recuperador de calor. Un circuito que, por cierto, hace mucho más que renovar y filtrar el aire, como enseguida veremos.
Aprovechar el entorno sin que el entorno lo note
Como siempre en las viviendas Passivhaus, además de apostar por un nivel de aislamiento capaz de reducir al mínimo las pérdidas de energía, también se ha buscado que esa energía que emplea la casa sea generada en la propia vivienda a partir de fuentes renovables.
Es por eso que la cubierta del edificio alberga una instalación fotovoltaica capaz de cubrir gran parte de la demanda energética de la vivienda, pero que, sobre todo, convierte el sistema de climatización en virtualmente autónomo. Cómo ya os contamos en este post, un sistema aerotérmico alimentado por una instalación fotovoltaica es la combinación más eficiente y limpia a la que podemos aspirar hoy en día, una que a buen seguro dominará la obra nueva en pocos años. Pues bien, esa es la combinación que se ha empleado en esta vivienda de San Mateo Gallego. Y es que junto a los paneles solares se ha montado una bomba de calor Genia Air 5 de Saunier Duval que se usa tanto para climatizar, como para producir agua caliente (mediante un interacumulador de 200 litros).
En cuanto a la distribución del calor (o el frescor) por el interior de la vivienda, en este caso se ha optado por un sistema que ya hemos visto en otras Passivhaus. En lugar de emplear el habitual suelo radiante refrescante, este método emplea el sistema de ventilación mecánica para impulsar el aire a la temperatura deseada. Esto se consigue acoplando en el circuito de ventilación una batería de agua (en este caso de 2,4 kW). Esa batería, a su vez, se calienta o enfría gracias a la bomba de calor de la cubierta.
En definitiva, todo en esta casa se ha pensado para que el consumo energético sea mínimo (es de 1 euro al día, de hecho) y el nivel de confort sea máximo. El hecho de que el edificio haya sido certificado por el Passivhaus Institut de Alemania como primera Casa Pasiva Classic de Zaragoza, da fe de que el objetivo se ha cumplido con creces.
Fotografía de portada: Miguel Becerra